Los pies

De acuerdo con el punto de vista evolutivo de nuestra historia biológica hemos evolucionado de las criaturas que realizan una marcha de cuatro patas, cambiando gradualmente a nuestra forma de andar ya muy exitosa y funcional. Nuestra marcha bí­peda ha tenido varias consecuencias. Una es que nuestras extremidades superiores han sido liberadas para que podamos usar nuestras manos para hacer las cosas dentro de nuestro campo visual, lo que para peor o mejor lleva a nuestro dominio del mundo. En segundo lugar está la necesidad de que nuestras piernas adopten todas las fuerzas y junto con esto el esfuerzo de pararse y caminar, lo que lleva al menos potencialmente, a los problemas para hacer frente a niveles tan altos de la fuerza.

Sin embargo, el pie ha evolucionado para caminar, pararse y correr. El pie recibe y hace frente a cada kilo de la presión que el cuerpo ejerce sobre él en sus múltiples actividades. El pie es extremadamente fuerte y estable, pero también adaptable y flexible. Tiene que hacer frente a los muchos kilómetros que una persona camina en su vida, con mayores cargas impuestas por cualquier persona que ejerza una actividad deportiva o simplemente realice ejercicios con regularidad.

La clave de cómo es posible poner una mayor carga a través de nuestro cuerpo además de nuestro peso es considerar la adición de la velocidad a la ecuación. La cantidad de fuerza en cuestión es un producto de la velocidad y el peso, con el significativo aumento de las fuerzas a medida que la velocidad del movimiento aumenta.

O sea que el peso que deben soportar nuestros pies a diario es bastante mayor al que pensamos, y aumenta aun más si le agregamos peso extra, como por ejemplo, cargar con una mochila.