Es absolutamente normal que la mujer embarazada pase por un período de angustia e inseguridad durante la gestación. Lo general es que se controle físicamente a la madre y al bebé en su vientre, pero no se ocupen de sus sentimientos y emociones, que son casi tan importantes como su bienestar físico.
En la mente de las futuras mamás comienzan a rondar pensamientos que la agobian y no le permiten llevar un embarazo tranquilo y feliz. Por un lado es normal que sientan miedo al parto, al dolor, al bienestar de su bebé. Por el otro, aparecen sentimientos de inseguridad, de no saber si se es capaz de ser una buena madre, de no poder con la responsabilidad, o de cómo organizará su vida una vez que nazca la criatura.
Adaptarse a la nueva situación
En realidad no existen fórmulas para revertir estos sentimientos. Solo es cuestión de tiempo. Adaptarse al nuevo cuerpo, a las nuevas sensaciones físicas y a todo lo que significa la maternidad se va a ir dando de manera gradual. Lo que la mamá necesita es mucha contención y ser escuchada. Los consejos de personas queridas y sobre todo del obstetra disiparán muchos miedos que no le permiten avanzar a la mamá en su felicidad.
Las tristezas, llantos y depresiones vienen a causa de los grandes cambios que está sufriendo la gestante en su vida. Sabe que ya nada volverá a ser igual y tiene miedo de no estar a la altura de las circunstancias. La información y la compañía son buenos remedios para apaciguar estas sensaciones.
Los cambios hormonales y la presión social pueden afectar a la futura mamá en lo que respecta a su psiquis, generando malestares emocionales difíciles de sobrellevar. Lo bueno de todo esto es que todo es pasajero y la mamá podrá superar esta tristeza conforme vaya llegando al parto.