Para comprobar que todo vaya bien el médico te somete a más pruebas que la conocida ecografía.
Una vez sepas que estás embarazada acudirás al médico que te derivará al ginecólogo que comenzará a mandarte una serie de pruebas periódicas para controlar que tu bebé y tú estáis bien a lo largo de los nueve meses que dura el mágico proceso del embarazo.
La primera consulta será larga pues se realiza un examen completo de todo tu estado de salud. Después suele acudirse al médico una vez al mes excepto el último mes que serán más frecuentes por la cercanía del parto.
Las pruebas son para todas igual excepto que se realicen algunas específicas para ver si tu futuro bebé puede sufrir algún tipo de problema o enfermedad.
Los análisis de sangre y orina se hacen cada trimestre y tienen como objetivo detectar posibles enfermedades que pueden ser muy malas para el hijo como la toxoplasmosis, además de controlarte el azucar, para evitar diabetes, y el hierro para controlar las anemias. Además de para ver cómo se encuentra el sistema inmunitario que, hasta las últimas semanas, será también el de tu hijo.
Las ecografias pretenden detectar posibles malformaciones del feto y ayudan a ver el desarrollo del mismo así como averiguar cosas como el sexo.
A parte de estas, que ya te sonarían, hay otra serie de pruebas que vas a tener que pasar poco a poco. Por ejemplo, en el segundo trimestre, hay varias destinadas a detectar posibles problemas del feto, sobretodo en aquellos casos en los que estamos hablando de un embarazo de riesgo, como la amniocentesis, que se realiza para saber si el bebé puede sufrir síndrome de Down y consiste en una punción en abdominal en la que se extrae líquido amniótico para analizar, o el test de O´Sullivan, que se realiza para descubrir la diabetes gestacional, esa que en ocasiones aparece entre las embarazadas pero luego desaparece tras el parto.
En el tercer trimestre los nervios aumentan y hacen que quizá visites al médico más de lo que marcan el calendario de pruebas. Si haces las visitas regulares las pruebas consistiran basicamente en «tactos» que buscan determinar la dilatación del útero y la posición del bebé. También son comunes los cultivos vaginales, para controlar si la madre sufre de posibles infecciones por estreptococos que pudieran ser traspasados al bebé en el momento del parto.




