1- Calor corporal
El cuerpo del animal tiene una temperatura mayor que la del ser humano. La persona que va arriba del caballo, distiende los músculos y los ligamentos, regulando así el tono muscular.
El calor y el movimiento suave y rítmico del caballo transmiten la sensación de ser mecido, generando la percepción de seguridad y protección.
2- Impulsos rítmicos
A través de los movimientos del dorso, el caballo traslada impulsos rítmicos al centro pélvico, columna vertebral y piernas del jinete.
Estos impulsos mejoran el equilibrio y enderezan el tronco. También, contribuyen a la relajación psíquica y a la mejora de la autoestima.
3- Patrón de locomoción tridimensional
Significa que el caballo, al moverse, efectúa el mismo movimiento tridimensional del ser humano: arriba-abajo, izquierda-derecha y adelante-atrás.
Por lo tanto, al montar un caballo, la persona mueve los mismos músculos que utilizaría si estuviera caminando.
Este patrón fortalece los músculos y, a la misma vez, los movimientos se graban en el cerebro y con el tiempo se automatizan.
Podemos concluir diciendo que el caballo se convierte en el “terapeuta†ideal en estos casos.
Nota: El presente material fue obtenido de Natural Life, la revista siendo en mi consideración de suma utilidad para informarnos sobre este tema-terapia tan interesante de poder realizar.
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