Cuando eres una persona que disfruta entrenar o realizar algún deporte, pero por alguna circunstancia como exceso en el entrenamiento o cansancio, te terminas lesionando, lo primero que uno piensa es que no sea demasiado grave, y después de visitar al médico, y saber el diagnóstico de que no tuviste una fractura o alguna lesión peor, viene el largo camino de la recuperación, en dónde no solo el aspecto físico interviene, también el psicológico, ya que viene la ansiedad, la tensión psíquica, la motivación y personalidad.
Se puede observar que el estrés y el deporte establecen tres variables que pueden influir para que se de esta relación: La personalidad, antecedentes de factores estresantes y los recursos de afrontamiento. La respuesta el estrés sería la manera en que interaccionan los elementos cognitivos y fisiológicos de las situaciones estresantes. Por ejemplo, una respuesta somática frente al estrés es la tensión muscular generalizada, a su vez, la tensión puede alterar la coordinación motora y disminuir la flexibilidad. Así mismo, antecedentes personales de factores estresantes pueden repercutir de manera considerable sobre la respuesta al estrés y, por lo tanto sobre la lesión.
Si el deportista no se ha recuperado físicamente lo necesario para volver a los entrenamientos o prácticas, pero lo hace de todas maneras, estas lesiones previas pueden influir en las lesiones futuras. Además, si la reincorporación del deporte se produce cuando la persona está preparada física pero no psicológicamente, la autoevaluación negativa de la capacidad de rendimiento a cauda de la lesión y del menor nivel de entrenamiento seguido durante el periodo de rehabilitación puede acarrear problemas. Así mismo, el temor a la recaída es por si mismo un importante factor estresante que aumenta la probabilidad de le lesión. Es como sí el cuerpo no sanara completamente, mientras uno no este seguro de que logrará curarse.