El edema óseo es una patología poco frecuente pero en ocasiones puede llegar camuflada de «esguince crónico» en su vertiente post traumática, 
ya que puede ser una complicación de otras enfermedades. Un edema óseo se ocasiona cuando, bien por compresión al impactar un hueso sobre el otro, o bien por «distracción», cuando un tendón o ligamento que se inserta en la región subcondral por sobreestiramiento hace que las trabéculas del hueso se «descoloquen» dejando entre medias unos «huecos» que el hueso intenta reparar con una respuesta inflamatoria. Esta respuesta inflamatoria conlleva el aumento del líquido para regenerar el tejido y el depósito de ese líquido es lo que genera el edema óseo.
Este tipo de problemas tienen un diagnóstico complejo y requieren un tratamiento específico. El tratamiento para curar este tipo de dolencias se basa en el reposo de la carga ósea que ocasionó la lesión, para conseguir la disminución del dolor. Esto en un deportista (tanto profesional, como amateur) es complicado porque siempre desean volver a entrenarse cuanto antes… y eso favorece las recaídas del edema.
Además resulta muy útil para el paciente someterse a un tratamiento especial fisioterápico-rehabilitador, que incluye fisioterapia muscular y magnetoterapia. La magnetoterapia ha demostrado alguna aceleración del periodo de recuperación y una mejora en los casos que se acompañan de osteoporosis transitoria.
Decidir cuál es el momento adecuado para volver a iniciar la carga sobre las estructuras lesionadas, es un poco difícil. Lo mejor es aplicar el sentido común: comenzar con carga muy progresiva y sólo cuando se tolere, si duele es absurdo forzar con analgésicos porque la lesión no va a desaparecer.
