La inteligencia emocional descrita por Daniel Goleman ha marcado un punto de inflexión en la forma de entender distintas profesiones, entre ellas, la medicina. Está claro que para un paciente que acude a la consulta del médico con inquietud no sólo es importante recibir un diagnóstico adecuado sino también, un trato personal y humano en el que la persona se siente valorada, respetada y escuchada.
Los pacientes que sufren una enfermedad grave experimentan miedos internos, tienen preguntas sin respuesta y angustia existencial en ciertos momentos.
La psicología de la enfermedad
La comprensión por parte del médico refuerza el bienestar, es un alivio contra la tristeza. La enfermedad no sólo es un proceso físico sino que la noticia de la misma desencandena consecuencias a nivel interno que interfieren de una forma u otra en la enfermedad misma o al menos, en el modo de afrontarla a través de la actitud.
Por tanto, ser un buen médico no solo implica tener un buen currículum a nivel académico y profesional sino también, tener un carácter cercano y amable que transmita una proximidad y una empatía con el paciente. La profesión de médico y enfermera son profesiones profundamente humanas que conectan con la esperanza de la vida. Ir al médico no es como ir al supemercado.
El simple hecho de que un paciente esté satisfecho con el trato que recibe a nivel médico suma motivación a la hora de ir a la consulta y seguir un tratamiento concreto con más firmeza. La inteligencia emocional aplicada a la medicina muestra los lazos personales que se crean en el contexto de hospitales y centros de salud en donde muchos profesionales ejemplares dan lo mejor de sí mismos para ofrecer una atención personalizada a los pacientes en un momento complejo de sus vidas.
La comunicación interpersonal y las habilidades sociales son claves para cualquier médico.
