Aparte de las consecuencias nocivas que el tabaco produce en el interior de nuestro organismo y que no son visibles ni calculables a simple vista, también nos encontramos con otro tipo de consecuencias en nuestro aspecto físico externo. La piel, uno de nuestros órganos que más sufre las agresiones externas, está expuesta a los efectos del humo del tabaco de una forma directa, por contacto del humo ambiental con la piel, e indirecta, por la llegada vía sanguínea de las sustancias tóxicas procedentes del humo del tabaco inhalado. Las consecuencias del tabaco en la piel, sobre todo en nuestra cara empezarán a denotarse con el tiempo, sobre todo a partir de los 30 años. Las mujeres suelen tener una condición de piel más delicada que los hombres, y serán más afectadas. Algunas de las consecuencias más importantes en nuestra piel pueden ser las siguientes:
-Puede empezar a sufrir un envejecimiento más acelerado con una apariencia apagada o amarilla grisácea.
– El tabaco hace que disminuya la hidratación en la cara de los fumadores, por lo que aparecerán arrugas faciales más pronto que a los no fumadores. Las arrugas provocadas por el tabaco tienen una apariencia diferente que las naturales, las primeras son más estrechas y profundas y las segundas redondas y abiertas. El tejido cutáneo del rostro se irá deteriorando poco a poco.
– La piel empieza a perder elasticidad y resistencia.
– Pueden llegar a aparecen manchas cutáneas de color púrpura.
– Existe más dificultad para cicatrizar.
– Los melanomas se ven agravados por el tabaco.
Podríamos seguir hablando de más numerosos perjuicios que el tabaco genera en nuestra piel, muchas de ellas producto de otros anteriores agravándose cada vez más nuestro aspecto físico. Por ello, si somos fumadores y empezamos a denotar este tipo de cambios en nuestra piel aún estamos a tiempo de remediarlo dejando el tabaco. Así podremos disfrutar de un aspecto físico saludable. Al fin y al cabo, la piel es la parte física más visible de nuestro cuerpo, aunque debemos de dejar de fumar.