La planta del tabaco, tras ser cultivada con éxito, y ser recogida y ya llevada a fábrica, allí es donde recibe todo el proceso industrial por el cual ya sale como cigarrillos, cigarros o puros. Anteriormente se habrá esperado a que la planta haya abierto sus hojas lo máximo posible para que así se pueda aprovechar mejor.
Se pasa a un proceso de curado o deshidratación, en el que el porcentaje del agua se reduce mucho y hace variar tanto el aroma como el color del tabaco, ya según de la manera en que se elabore. Las que se suelen elaborar en una atmósfera artificial suele salir de color amarillo, y llevan altas tasas de nicotina y alquitrán, mientras que los que se elaboran al aire libre suelen tener estos valores más bajos, y utilizarse en cigarros americanos o para la parte intermedia de los puros.
Todas las hojas secas se apilan unas sobre otras y pasan por el proceso en el cual se le meten bacterias, hogos y levaduras, para que pase por múltiples procesos químicos y así poder convertirlas en un material fumable. Después de esto pasa por el último modelado para que ya quede con el aroma final, ese que hace inconfundible a cada marca de tabaco y que con ese aroma ya saldrá al mercado.
El truco de que el tabaco sea tan adictivo y que haga que los fumadores tengan ganas de fumar, y no ganas de dejar de fumar, y es que va en los aromatizantes y saborizantes que se les da al tabaco y que así sea inconfundible unos con otros.