El tabaco tuvo su origen en América, y para Europa, el tabaco fue descubierto cuando Colón llegó a costas sudamericanas, ante el asombro de lo que allí se encontró. En aquel viaje de Colón, hubo algunos tripulantes que probaron el tabaco en esas tierras y al volver a Europa y contar sus experiencias, fueron encerrados por las autoridades, ya que estaban acusados de brujería, en lo que ellos decían, que sólo el diablo podía permitir que un humano soltara humo por la boca.
Felipe II en el año 1559 mandó a traer las primeras semillas de tabaco a un historiador de la India. Estas semillas serían plantadas por primera vez en España, en los alrededores de Toledo, justamente en una zona donde sería denominada como cigarral, porque sufría plagas de cigarras, lo que se piensa que de ahí saldría el nombre de cigarro y todas sus denominaciones posteriores a las personas que trabajasen en el tabaco.
Jean Nicot de Villemain fue el personaje que expandió el tabaco en Europa, concretamente a Portugal, tras conocerlo y darle un uso médico, ya que por lo que se cuenta, con ello curó a la esposa de Felipe II de migrañas. Jean Nicot daría popularidad al tabaco en su utilización de forma aspirada.
Por otro lado, se empezó a dar fama al tabaco y a su proceso de fumar también por los documentos escritos en los que se narraba no sólo la supuesta utilidad medicinal, sino cómo se recolectaba y cómo se preparaba para posteriormente ser utilizado.