El cuerpo no actúa igual en diferentes alturas, ya que el organismo está acostumbrado a desarrollarse y hacer sus funciones a alturas normales, ya sea a nivel del mar o a unos mil o dos mil metros de altura, pero cuanto más se asciende, más le cuesta al cuerpo, esto es principalmente por la falta de oxígeno.
Para estudiar estos comportamientos, se ha establecido en el Everest, a unos 5400 metros de altitud, el laboratorio más alto del mundo, y así poder hacer pruebas sobre ello, ya que desde allí se coordinan los trabajos de investigación de forma más directa. A esas alturas, hay la mitad del oxígeno del que tenemos a nivel del mar, mientras que en lo más alto del Everest sólo hay una cuarta parte. Como hay menos oxígeno, en el cuerpo hay más glóbulos rojos que transportan menos oxígenos.
En principio, lo primero que nos podemos encontrar es un rápido cansancio, a pesar de no hacer un esfuerzo muy grande, seguido de síntomas leves, como dolores de cabeza, náuseas o insomnio leve, para después pasar a tener síntomas más graves, como vómitos, descoordinación, perdida visual, respiración agitada, hinchazón en piernas y otras extremidades o desorientación y/o confusión.
Eso viene precedido por el fenómeno llamado í¢â‚¬Å“Mal de alturaí¢â‚¬Â, y si se llega a extremos como la falta de orina o fatiga anormal y persistente, hay que hacer un descenso inmediato para no correr riesgos fatales. Ya podrás volver cuando estés en mejores condiciones.