El alcohol y fumar, en contra de la opinión popular, son muy contraproducentes para el correcto funcionamiento del intestino.
Ir al baño para el 20 por ciento de la población no es tarea tan fácil como aseguran Carmen Machi y en sus tiempos José Coronado en los anuncios de yogures. Muchos son los que no visitan la taza más de 3 veces por semana y eso es, en muchas ocasiones, tan evitable como seguir unos hábitos diarios que obviamos por el ritmo de vida actual.
Por ejemplo, aguantarse. Ese es el primer y gran error, hay que hacer caso a la llamada de la naturaleza o el cuerpo comenzará a perder regularidad. También es básico beber muchisimas agua y tomar una dieta rica en frutas y verduras. El salvado de trigo, la parte externa del grano, es una fiente rica en fibra insoluble convirtiéndose así en el mejor aliado. A veces es complicado comer la cantidad diaria de fibra recomendada pero se puede optar por pequeños trucos como picar aceitunas de vez en cuando.
El desayuno es básico. Café, cola cao o te, un poco de pan al que añadas proteinas (como jamón), algo de fruta y algún zumo. Te despertará, rendirás más en tus labores diarias y además, ayuda sin duda a alcanzar la regularidad. No así la cena. Lo mejor es cenar muy ligero y lo más temprano posible. El estómago tiene su ritmo y sin luz del sol también se apaga. Él mismo deja de funcionar haciendo que la digestión se paralice provocando que, si has cenado mucho, por la mañana aún tenga tu estómago la mitad del trabajo por terminar.
Por supuesto, para una vida saludable, es importante el deporte. Algo moderado, no hace falta un gimnasio, simplemente subir escaleras, pasear, bailar, cualquier cosa que te haga moverte y activar tu intestino. Los ejercicios como el Pilates también son muy recomendables porque endurecen la musculatura abdominal.
Si nada de esto te funciona ya recure al médico que te recetará cosas más específicas para solucionar el problema.




