Hay momentos en los que nos sentimos atrapados, con problemas que parecen no tener solución. ¿Te resulta familiar? Entonces, puede que te estés planteando acudir a terapia, pero tal vez te asaltan algunas dudas. Lo primero que hay que destacar es que la terapia no es solo para «casos extremos». Puede ayudarte en situaciones cotidianas como gestionar el estrés, mejorar las relaciones personales o superar cambios importantes (duelo, conflictos de pareja o simplemente una sensación de vacío que no sabes cómo llenar). En el caso de los niños, puede ser útil cuando presentan dificultades en la escuela, problemas de conducta o estados emocionales que te preocupan.
No necesitas esperar a que todo se complique: muchas veces, acudir a tiempo puede evitar que un problema pequeño se convierta en algo más grande. Tanto si estás buscando apoyo para ti como para tus hijos, ir a un buen psicólogo en Las Palmas puede marcar un antes y un después. En este artículo, vamos a explorar todo lo que necesitas saber para que te sientas preparado y cómodo al dar este importante paso.
Cómo es la primera consulta con un psicólogo
La primera consulta es más sencilla de lo que parece, aunque a la mayoría de los pacientes les resulta un poco intimidante. Es normal sentir cierta incertidumbre antes de tu primera consulta. Quizás te preguntas cosas como: ¿qué debo decir?, ¿cómo sé si el psicólogo es el adecuado?, ¿y si no sé por dónde empezar? No debes preocuparte por esto, porque el objetivo inicial es conocerte y, sobre todo, que tú te sientas en confianza. A veces, se da la impresión equivocada de que tienes que saber exactamente qué decir o cómo actuar, pero no es así. Nadie va a juzgarte, no hay respuestas correctas ni incorrectas: debes contestar con sinceridad, tranquilidad y confianza.
Una buena idea es reflexionar previamente sobre los motivos que te llevan a terapia. No necesitas tener un discurso preparado, pero tener claro lo que te preocupa puede ayudar a que la conversación fluya. Si se trata de un niño, observa su comportamiento y piensa en ejemplos concretos que puedan ser útiles para el psicólogo. Recuerda que el terapeuta está ahí para guiarte, no para juzgarte. Si algo no te queda claro o sientes que necesitas más tiempo para abrirte, dilo. Esto es parte del proceso y es totalmente válido.
Durante esta sesión, el profesional hará preguntas para comprender mejor tu situación. En el caso de los adultos, puede indagar sobre tus hábitos, relaciones y emociones. Si se trata de un niño, el psicólogo trabajará también con los padres para obtener una visión más completa. Aquí es donde se empiezan a definir los objetivos de la terapia, que siempre estarán alineados con tus necesidades y expectativas. No tengas miedo de hacer preguntas o expresar dudas. Este es el momento para aclarar cualquier inquietud y asegurarte de que te sientes cómodo con el proceso.
Diferencias en el enfoque infantil y para adultos
Aunque el objetivo de la terapia es el mismo —mejorar el bienestar emocional—, el enfoque cambia dependiendo de si se trata de un niño o un adulto. En el caso de los niños, el trabajo es más dinámico, utilizando técnicas adaptadas a su edad, como juegos, dibujos o cuentos. Esto ayuda a que los pequeños expresen sus emociones de forma natural, sin sentirse presionados.
Con los adultos, las sesiones suelen ser más directas, centradas en identificar patrones de pensamiento y comportamiento que puedan estar generando malestar. Se trabaja en encontrar herramientas prácticas para afrontar los retos del día a día. Otra diferencia importante es el nivel de implicación de la familia. En la terapia infantil, los padres juegan un papel fundamental, tanto en las sesiones como en el seguimiento en casa. En el caso de los adultos, el proceso es más independiente, aunque a veces se invita a familiares o parejas si se considera útil.
La importancia de sentirse cómodo y confiar en el profesional
El éxito de una terapia no depende únicamente de las técnicas utilizadas, sino también de la conexión que tengas con el psicólogo. Es esencial que te sientas cómodo y en confianza para poder hablar abiertamente de tus emociones y experiencias. Piensa que esta relación profesional es como un equipo: si ambos trabajáis juntos, los resultados serán mucho más efectivos.
En este sentido, no tengas miedo de cambiar de psicólogo si sientes que no encajáis. Esto no significa que tú tienes un problema ni que el psicólogo es un mal profesional: simplemente puede ser cuestión de buscar a alguien cuya forma de trabajar se alinee mejor con lo que necesitas.
En el caso de los niños, la confianza es aún más crucial. Los pequeños necesitan sentirse seguros para poder expresar lo que sienten, y esto requiere un entorno cálido y acogedor. Por eso, es importante que como padre o madre también te sientas cómodo con el profesional y confíes en su capacidad para ayudar a tu hijo.