Cuando estás embarazada comienzan las dudas sobre todas las cosas. Poco a poco puedes ir descubriendo la magia de lo que ocurre dentro de ti.
La placenta es un órgano vital del embarazo. Es el nexo primitivo de unión entre el futuro bebé y su madre. Su formación comienza en el mismo momento que el embrión se desplaza hasta la pared uterina.
Se forma con las mismas células del espermatozoide y el óvulo y se una vez situada en su lugar no se mueve.
El objetivo de la placenta es el traspaso de nutrientes de la madre al bebé. Gracias al nivel de flujo que se intercambian el bebé tiene el oxígeno que necesita para desarrollarse correctamente, se llama pulmón fetal. Del mismo modo que todos los desechos que genere el feto vuelven a la madre para que ésta los elimine a través de sus riñones.
La placenta también se encarga de fabricar hormonas necesarias para que los próximos nueve meses se desarrollen correctamente en ambos, al mismo tiempo que sirve de «pared» a bacterias y gérmenes, haciendo de sistema inmunitario, aunque no para los virus que si pueden pasar al bebé sin nada que los detenga más que las defensas de la madre.
Crece y desarrolla al ritmo del bebé, durante las cuarenta semanas, aunque es cierto que en las últimas se estanca. Si el embarazo es tardío pueden aparecer problemas porque la placenta ya es «vieja» y no cumple sus funciones correctamente, por eso es necesario provocar el parto en caso de no cumplir plazos.
Como parte fundamental de todo el proceso debe igualmente ser expulsada inmediatamente después de que salga el bebé. Serán las contracciones finales las que la sacarán fuera. Es bastante común que algunos restos de la misma queden dentro por lo que habrá que proceder a lo que se conoce como legrado.
